DIEGO PORTALES (III PARTE)




Pensamiento político de Diego Portales y su cristalización en el Periódico El Araucano."La creación de un gobierno fuerte y autoritario"
parte I - parte II - parte III




Capítulo IV
Ideas fuerza socializadas en El Araucano en contraste con el ideario político de Diego Portales


De un total de 142 ediciones analizadas, 32 de ellas no contaban con mensaje editorial, o bien la temática abordada no se relacionaba con la presente investigación, por tanto, la cantidad neta de ediciones tabuladas en los cuadros sinópticos son 110.


EJES DIRECTRICES DEL DISCURSO SOCIALIZADO EN EL ARAUCANO[1]

A través del análisis del contenido del periódico El Araucano desde su fecha de creación (17 de septiembre de 1830) hasta la publicación de la Reforma Constitucional (25 de mayo de 1833) es posible identificar tres ejes directrices fundamentales:

En primer lugar se encuentran los problemas o dificultades que enfrenta el Gobierno, los cuales, según el análisis expresado en el periódico, son la herencia del caótico estado de turbulencias, anarquía y licencia del periodo anterior, liderado por los “pipiolos”.

El segundo eje temático se relaciona con la reflexión respecto de los medios, métodos y estrategias necesarias y eficaces para lograr superar los problemas identificados.

El último eje directriz corresponde a los objetivos a los que Chile como República independiente debe aspirar. Tales objetivos se estructuran en las más diversas temáticas, entre ellas el tipo de gobierno que se debe establecer, las características del código fundamental que lo debe regir, la forma en que debe ser administrada la justicia, los valores y las características que deben identificar tanto a los hombres públicos como a los ciudadanos en general. Pero por sobre todas estas ideas, la que más se reitera es la necesidad de establecer el Orden y la Tranquilidad.


Presentaremos ahora una visión panorámica de estos tres ejes temáticos que nos sirven como directrices para ejecutar nuestro análisis. Posteriormente nos detendremos en el análisis de las ideas fuerza socializadas por El Araucano y su relación con el ideario político de Diego Portales –el cual ya fue reseñado en el segundo capítulo del presente trabajo-.


1. Problemas y dificultades

Los problemas descritos en El Araucano, en sus tres primeros años de existencia, abarcan los siguientes ámbitos: la criminalidad y el bandolerismo esparcido por toda la República; la inmoralidad producida por falta de educación; las acciones subversivas lideradas por antiguos pipiolos que no aceptan su derrota y la deficiencia de medios para aplacar tales problemas.

Así por ejemplo, se afirma el 29 de enero de 1831 que “El Gobierno recibe frecuentes y amargas quejas de varios pueblos de la República por la continua alarma en que pone a sus vecinos la repetición de cuantiosos asesinatos y robos inaudito”, para luego agregar: “se encuentra derramado en todos los pueblos el germen de la inmoralidad que difundió el desorden de algunos años. Cada revolución política arroja una lava de malhechores que por mucho tiempo permanecen cometiendo depravaciones y atentados horribles”.[2]

En este ámbito, la temática de la banda de los Pincheira fue ampliamente tratada entre la publicación N° 17 y la N° 83, es decir, entre el 8 de enero de 1831 hasta el 14 de abril de 1832. Al tratar la temática de los Pincheira se aludía dos ámbitos. Por una parte se destacaba lo reprochable de este tipo de criminales, que se concertaban para emprender sus correrías y usurpaciones, aterrorizando a las poblaciones del sur, pero por otro lado, se ponía hincapié en señalar que la instauración del orden y la tranquilidad en la Republica no era puesta en peligro por éstos bandoleros, en quienes los pipiolos aun creían ver a agentes restauradores del régimen desordenado que ellos pregonaban.

Así pues, el 8 de enero del ´31 en el mensaje editorial de El Araucano se sostenía: “Los opositores del Gobierno ven los satélites de Pincheira los restauradores del desorden y a los protectores de sus intereses ¡qué puede esperarse de hombres que se entregan a la alegría de los conflictos de la patria porque piensan que ellos pueden proporcionarles la satisfacción de sus deseos!... La República no puede por ahora usar sus recursos para exterminar a esta clase de enemigos y los más que puede hacer el Gobierno es tomar medidas de precaución para prevenir sus depredaciones… El Intendente y demás autoridades de la Provincia han manifestado todo el celo del patriotismo y toda la actitud del verdadero interés público para libertarla de las invasiones de Pincheira. A pesar de las inquietudes que causa este malvado a los pueblos y habitantes cercanos a las cordilleras, la situación política de la República es la mejor que se ha conocido de mucho tiempo atrás. Si esta verdad es tan notoria ¿cómo podrá oscurecerse por el dicho desacreditado de un tan corto N° de desorganizadores?”.[3]

El desenlace de este problema, en el que se ponían en juego los fundamentos del nuevo régimen -establecimiento del orden y la tranquilidad aplicando la severidad contra los criminales- se produjo en enero de 1832, cunado se comunicó al Gobierno la eliminación de la banda de forajidos en los siguientes términos:

“Jornada admirable… se ha reducido a la nada a la gavilla de bandidos que se acampaba en aquellos puntos, unidos con los bárbaros Pehuenches. De los primeros han sido afusilados los principales sanguinarios como eran Pablo Pincheira, Hermosilla Fuente, y otros por sus crímenes tenían merecida esta pena… muy luego pretendo aprender a José Antonio Pincheira que pudo escapar con 12 hombres a favor de su caballo… los Pehuenches quedaron en el campo despedazados, muertos y prisioneros con sus familias casi en su totalidad… muertos sus caciques. Con esto se terminarán las incursiones constantes a las Provincias argentinas, nuestras hermanas.
Sírvase Usted poner en conocimiento del Excelentísimo Señor Presidente… congratulaciones por un triunfo que afianza la quietud de la República”.[4]
J. Antonio Villagrán

La otra problemática que debía enfrentar el Gobierno eran las escaramuzas rebeldes que seguían patrocinando los pipiolos desterrados. Respecto de estas, El Araucano señala que no son más que rumores promovidos por los refugiados en Lima, que no aceptan abandonar sus quiméricos proyectos para perturbar el orden.[5] Aquellos entes, liderados por Ramón Freire, pretenden trastornar el país, matar, saquear, reducir a desiertos espantos poblaciones regularmente organizadas y regidas por la moralidad y la civilización. Esta es la imagen que trasmiten los mensajes editoriales respecto de los pipiolos derrotados y apartados del país: “Sobre todo Ramón Freire no deja de conjurar contra su patria. Levanta calumnias contra el actual gobierno de Chile, falsifica el relato de los hechos, publica intrigas e improperios en Lima”.[6]

Como ya se ha señalado, desde las páginas de El Araucano se dibuja una imagen del “OTRO”, del enemigo, del ente peligroso, cristalizado en dos ámbitos: por una parte están los malhechores faltos de civilización, que pueden, por vías de la educación o el escarmiento subsanar su conducta. Pero al lado de estos, y muchas veces, liderándolos o instándolos a mantenerse en estados de revueltas, están los entes abominables, lo cuales no verán reformada su conducta porque su propiedad característica es su desapego a la tranquilidad y el orden, estos son los reductos pipiolos que conjuran y mantienen vivas sus intentonas tendentes a derrocar al Gobierno.[7]


2. Medios, métodos y estrategias

La pregunta que debe contestar el nuevo Gobierno es: ¿Qué hacer ante los problemas?, o bien, ¿qué medios utilizar para alcanzar los objetivos?.

Las respuestas que se desprenden de los mensajes editoriales se presentan como propuestas o consejos que delinean un deber ser del Gobierno y que a su vez justifican las acciones y medidas que éste va tomando ante las circunstancias concretas.

Así, por ejemplo, se argumenta a favor de la severidad en la aplicación de las penas, la transparencia y publicación de los juicios, la restricción de la libertad de imprenta, la necesidad y legitimidad de posesión y aplicación de poderes extraordinarios en las manos del Gobierno.

En el ámbito de la severidad se argumenta respecto de lo inútil de moderar la pena a los delincuentes con la esperanza de que se enmienden, puesto que los acostumbrados a vivir del robo y el salteo deben tener lo que se merece. Esta temática fue ampliamente desarrollada a propósito de la invasión y saqueo que sufrió Copiapó por los fugados de Juan Fernández. En esta oportunidad, 104 reos se embarcaron en un bergantín y llegaron a Copiapó el 30 de diciembre de 1831. al desembarcar, saquearon y mataron a 12 personas. Según el editorialista de El Araucano, las lecciones que deben quedar para el país son las siguientes:

- “El saqueo de Copiapó indica la necesidad de organizar en todo el país las Guardias Cívicas para que los pueblos estén a cubiertos de cualquier invasión… los copiapinos se presentaron gustosos a defender su pueblo, pero el valor solo nada podía contra los criminales, a quienes la corrupción de los jueces ha salvado la vida.
- La inutilidad de moderar la pena a los grandes delincuentes con la esperanza de que se enmienden. Son hombres acostumbrados a vivir del robo y del salteo”. [8]

En este ámbito, también se explican las críticas al sistema judicial que insiste en moderar las penas a los delincuentes. El ejemplo que se más llama la atención es el referido a un ladrón que asaltó la Iglesia la Merced en Santiago, a quien en primera instancia se condenó a presidio en Juan Fernández y luego el Tribunal Superior rebajo dicha pena para que cumpliera labores de profesor en Copiapó.[9] El argumento esgrimido por el tribunal y rechazado por El Araucano es la condición anterior del delincuente, quien en Argentina llegó a ser miembro de la Cámara de Justicia de Mendoza.[10]

La propuesta de El Araucano para mejorar la administración de justicia pasa por dos ámbitos: en primer lugar transparentar los procedimientos judiciales publicando las sentencias y en segundo lugar reformar los códigos de justicia para extirparles todo lo inútil y engorroso que arrastran desde tiempos de la colonia. Con respecto al primer ámbito se afirma “nada congenia más con el despotismo que el misterio. Necesidad que las acciones de los mandatarios también sean públicas”.[11] Mientras que la reforma se justifica por la necesidad de contar con códigos de legislación acordes con realidad nacional, puesto que no basta con compilar y ordenar las leyes de Castilla e Indias, ya que no responden al contexto republicano y constitucional.[12]

Los últimos dos elementos que destacaremos en esta reseña respecto de los medios necesarios para enfrentar los problemas y alcanzar los objetivos son la restricción del libertinaje de imprenta y la necesidad de fortalecer los poderes y atribuciones del Gobierno. Respecto de la imprenta se afirma que es necesario restringir su libertad por convertirse esta en subversiva y foco de desordenes, puesto que insiste en mantener vivas viejas pasiones y rencores.[13] La restricción, según el editorialista de El Araucano, permitiría recuperar la dignidad de este instrumento de ilustración.[14]

El último elemento que vendría a configurar el ámbito de elementos o instrumentos necesarios para poder llevar a cabo las labores de Gobierno es el fortalecimiento de sus atribuciones, dotándolo de poderes extraordinario. Y esto vendía a responder a una demanda de los pueblos que desean gozar de una libertad organizada y exigen de un sistema de administración firme, estable y vigoroso que no les exponga a esas alteraciones que frecuentemente los inquietan.[15] En estas circunstancias, se argumenta a favor de los poderes extraordinarios. En El Araucano se justifican y defienden los derechos extraordinarios concedidos por el Congreso de Plenipotenciarios al nuevo gobierno. Se publican, por ejemplo, documento secretos que facultan al presidente para separar el país a los desorganizadores que promueven desorden y ruina de la república de Chile.[16] En efecto, se afirma que “hubo conflictos en que el gobierno tuvo que pedir facultades extraordinarias y si el Congreso de Plenipotenciarios lo hubiese negado habría sido preciso dejar perecer el país por falta de autoridad, o proceder autoritariamente por falta de autorización del código”.[17]

La constatación de la necesidad de que en ciertas circunstancias extremas el Gobierno debe aplicar con medidas enérgicas, se propone y se insta a los miembros de la Convención Constitucional tener presente que el Gobierno debe contar con MEDIOS eficaces para conservar la PAZ y el ORDEN PÚBLICO.[18] Y esta necesidad de subrayó desde el comienzo, puesto que ya en diciembre de 1830 se afirmaba que “la constitución debía haber tenido un título en que se facultase al Gobierno para proceder en casos extraordinarios a fin de imponer silencio a los opositores que prevalidos de la insuficiencia de la ley, procuran introducir el desorden, y ponen al Gobierno en el conflicto de salvar la patria, como ellos dicen, contra la ley… La constitución debe dar reglas para proceder en casos extraordinarios y para evitar las convulsiones populares.[19]

Si bien ya hemos delineado los fines que esperaban alcanzarse con estos medios enérgicos -catalogados por algunos como: autoritarios, dictatoriales, crueles, faltos de ética[20]-, pasaremos ahora a esbozar lo que para El Araucano constituían los “fines” u “objetivos” del Gobierno instituido tras el triunfo de Lircay.

3. Objetivos

De entre todos los objetivos propuestos por El Araucano, que en este aspecto, se transforma en el portavoz del Gobierno, las ideas que más destacan, son las del Orden y la Tranquilidad.[21] Para enfatizar estos dos ámbitos, se recurre reiteradamente a la comparación con el periodo anterior, llegando a afirmar que “nadie puede gustar todas las delicias que produce el bien sin haber pasado antes por todas las amarguras que ocasionó el mal.[22] Así pues, al poco tiempo de establecido el Gobierno, en 1830, se comienza a señalar los méritos de lograr estabilizar la república logrando un completo triunfo de la tranquilidad y el orden en los distintos procesos eleccionarios que se llevan a cabo en los Cabildos y Asambleas.[23] Así los que antes había sido teatro de espantosos tumultos y reyertas ahora se convierte en orden y paz.[24]
Se destaca también el triunfo de la legitimidad y la estabilidad. La legitimidad se manifiesta, sobre todo, con ocasión de la elección de Joaquín Prieto, quien luego del “ordenado” proceso eleccionario “se constituirá en un gobernante rigurosamente legítimo. Ha triunfado la opinión pública y el país va a ser regido por los ciudadanos que tuvieron la dicha de cooperar al establecimiento del orden”.[25] Mientras que la máxima muestra de estabilidad habría sido alcanzada con la reapertura de la Cámaras del Congreso Nacional por segunda vez consecutiva en forma ordenada y como la legislación lo estipula previamente. Por el sólo imperio de la ley, sin convocatoria, sin elecciones y sin turbulencia.[26]
Con el objeto de subrayar esta idea del Orden y la Tranquilidad, y demostrar que es una temáticas reiterada durante todo el periodo analizado (septiembre de 1830 a junio de 1833), presentamos algunos una de extractos de mensajes editoriales en que se destacan tales ideas:
“El gobierno de Chile sigue el sistema de conservar el orden, asegurar la tranquilidad y alejar del territorio a todo osado que intente perturbarla”.[27]
“La quietud y tranquilidad domina en el interior nada llama la atención”.[28]
“Dos años de orden y quietud después del movimiento popular de 1829”.[29]
“Vigésimo segundo aniversario de la libertad con toda majestuosidad y alegría que corresponde otros objetos que inflaman el corazón de los chilenos con la CONSERVACIÓN DEL ORDEN, el progreso de la prosperidad pública, mejora y reforma de las instituciones, la armonía de los poderes y los trabajos constantes de la administración en general”.[30]
“No hay alteraciones que en tiempos pasados ponían a los pueblos en inquietud y a los gobiernos en angustias. La administración sigue la senda de la franqueza y la rectitud que le han proporcionado el crédito del que goza”.[31]

Como elemento culmine y ratificador de todo lo expuesto, las palabras con que el Presidente Joaquín Prieto da la bienvenida a la Constitución reformada, ratifican el compromiso con el Orden y la Tranquilidad, situando ambos elementos en calidad de fines y objetivos. Así pues, el 25 de mayo de 1833, Prieto manifiesta ante las Cámaras reunidas:

CONCIUDADANOS:
“Acaba de ser jurada por todos los magistrados la Constitución reformada por la Gran Convención… seré el más severo observador de sus disposiciones y el mas cuidadoso centinela de su cumplimiento.
(Los reformadores) no han tenido en cuenta más que nuestros interés, su único objeto es dar a la administración reglas adecuadas.
Despreciando teorías tan alucinadoras como impracticables, sólo han fijado su atención en los medios de asegurar para siempre el ORDEN y la TRANQUILIDAD pública.
Contra los riesgos de vaivenes de partidos a que han estado expuestos. La reforma no es más que el modo de poner fin a las revoluciones y disturbios a que daba origen el desarreglo del sistema político en que nos colocó el triunfo de la Independencia.
(tareas imposibles de no estar deslindadas con exactitud facultades del Gobierno y se hubiese puesto DIQUES a las LICENCIAS)
CONCIUDADANOS:
No omitiré sacrificios para hacerla respetar, porque en su veneración considero que se destruirá para siempre el móvil de las variaciones que hasta ahora os ha mantenido en inquietud.
Lo haré cumplir valiéndome de todos los medios que él me proporciona por rigurosos que parezcan”.[32]

En este contexto se entiende la crítica que presenta Gabriel Salazar, ya que pareciera ser que el Orden, al convertirlo en objetivo, no se trasforma en un bien para la República.[33] Esta idea la contradice Ana Stuben, al sostener que la idea de orden estuvo siempre ligada a la idea de progreso, cuestión que daría sentido a la insistente necesidad de mantenerlo con medidas enérgicas.[34]


NOTAS
[1] Ver: Cuadros de síntesis de las temáticas abordadas en El Araucano expuestas en el anexo 1 de la presente investigación.
[2] El Araucano, 29 de enero de 1831, N° 20. Página 2, columna 2. (Documento del Ministerio del Interior, 15 de enero de 1831)
[3] El Araucano, 8 de enero 1831, N° 17. Página 3, columna 1.
[4] El Araucano, 21 de enero 1832, N° 71. Página 1, columna 3.
[5] El Araucano, 2 de abril de 1831, N° 29. Página 4, columna 2
[6] El Araucano, 21 de abril 1832, N° 84. Página 4, columna 1
[7] El Araucano, 15 de marzo de 1833, N° 131. Página 4, columna 3
[8] El Araucano, 14 de enero 1832, N° 70. Página 3, columna 2
[9] El Araucano, 5 de noviembre 1831, N° 60. Página 4, columna 1 y 2
[10] Como se verá más adelante este tipo de argumentos son los que rechaza Portales cuando defiende la imparcialidad en la aplicación de la justicia, sin miramientos a la calidad anterior de los imputados.
[11] El Araucano, 11 de noviembre 1830, N° 9. Página 4, columna 1
[12] El Araucano, 13 de agosto 1831 N° 47. Página 2, columna 1. (Para Portales, el problema más que estar en las leyes está en quines las aplican, puesto que es evidente que las mismas leyes que antes sirvieron para condenar a los delincuentes, ahora sirven para ampararlos. Ver: Artículo publicado en El Mercurio, 17 de enero de 1832. “Administración de justicia criminal”. En: Silva, Raúl, Ob. Cit., Página 143 – 146)
[13] El Araucano, 5 de febrero 1831, N° 21. Página 4, columna 1
[14] El Araucano, 16 de abril 1831, N° 31. Página 4, columna 1
[15] El Araucano, 4 de diciembre 1830, N° 12. Página 4, columna 2
[16] El Araucano, 26 de febrero 1831, N° 24. Página 3, columna 3
[17] El Araucano, 12 de mayo 1832, N° 87. Página 4, columna 2
[18] El Araucano, 14 de diciembre 1832, N° 118. Página 4, columna 1
[19] El Araucano, 4 de diciembre 1830, N° 12. Página 4, columna 2
[20] Ver: Salazar, Gabriel, Ob. Cit. Capítulo VI: “Culminación de los procesos revolucionarios (1828-1837)”.
[21] Como se puede ver en el cuadro estadístico de la página 40, estas ideas se reiteran y desarrollan concretamente en 77 y 50 editoriales respectivamente.
[22] El Araucano, 25 diciembre 1830, N° 15. Página 3, columna 1
[23] El Araucano, 5 de marzo 1831, N° 25. Página 4, columna 1
[24] El Araucano, 14 de mayo 1831, N° 31. Página 4, columna 2
[25] El Araucano, 16 de abril 1831, N° 31. Página 4, columna 1
[26] El Araucano, 2 de junio 1832, N° 90. Página 4, columna 2
[27] El Araucano, 23 de mayo 1831, N° 37. Página 4, columna 3
[28] El Araucano, 12 de noviembre 1831, N° 61. página 4, columna 4
[29] El Araucano, 21 de abril 1832, N° 84. página 4, columna 1
[30] El Araucano, 21 de septiembre 1832, N° 106. página 4, columna 2
[31] El Araucano, 22 de febrero 1833, N° 128. Página 4, columna 3
[32] El Araucano, 1 junio 1833, N° 142. Pagina 1, columna 3
[33] Salazar, Gabriel, Ob. Cit., página 519
[34] Stuven, Ana, La seducción de un orden, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago 2000. páginas 47 -52.

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