DIEGO PORTALES (II PARTE)



Pensamiento político de Diego Portales y su cristalización en el Periódico El Araucano."La creación de un gobierno fuerte y autoritario"
parte I - parte II - parte III




Capítulo III
El Araucano: periódico portavoz del Gobierno Conservador



Caracterización general de “El Araucano”


Un intento serio, tendente a caracterizar El Araucano, lo encontramos en Raúl Silva Castro “Prensa y periodismo en Chile 1812-1956”, en el capítulo IV de esta obra señala que El Araucano fue un periódico semanal al que se confió desde el primer instante la misión de hacer la defensa y el esclarecimiento de las medidas gubernativas, en artículos ponderados, serios, escritos con circunspección y elegancia de forma.[1] Un aspecto relevante de la explicación de Silva Castro es que la creación de El Araucano responde netamente a una propuesta de Diego Portales, incluso afirma que el primer redactor, Manuel Gandarillas, fue elegido por el Ministro Portales para desempeñar tales labores.[2]

Los otros ámbitos de la caracterización presentada por Silva Castro versan sobre la filiación que tuvo el periódico con el Gobierno y los cambios en el grupo redactor. El primero de estos puntos lo analizaremos en el siguiente aparatado, mientras que el segundo aspecto puede resumirse en las siguientes palabras

“Fue fundado por el ministro de la Suprema corte de Justicia don Manuel Gandarillas el 17 de septiembre de 1830, el cual hasta el año 1835, redactó la parte interior y política, estando la exterior y literaria a cargo de don Andrés Bello. Después que el fundador cesó en la redacción de este periódico, continuó con ella el señor Bello, por mucho tiempo más, unas veces en el todo y en otras en parte; escribieron también en el Araucano, entre otros (aunque este no es el orden preciso en que se sucedieron) don Juan Francisco Meneses, como unos 9 meses el año 35, don Ventura Marín, unos cuatro números sobre política el año 36, don José Indelicato, don José Joaquín Pérez, don Ramón Rengifo, don Felipe Pardo, don Salvador Sanfuente durante la Guerra con el Perú, don Rafael Minvielle que redactó el editorial del número 812 y 815, don Santiago Lindsay que lo llevó el año de 1851 y don Aniceto Cordovés el año 58, siendo el que actualmente lo dirige Don Ambrosio Montt”.[3]


Sucedió a Montt, Manuel Miquel que se encargó de la redacción entre 1863 hasta su muerte en 1864. Después de esta época se suprimieron los mensajes editoriales “ya no se hacían campañas ni sentaban cátedra exclusiva en materias constitucionales y de derecho de gentes como en el periodo de Bello”.[4]

En 1876, siendo Ministro del Presidente Errázuriz, don José Victorino Lastarria, decidió reemplazar aquel periódico por uno netamente oficial, y para ello dicto un decreto para reorganizar la Imprenta Nacional, que hasta entonces se encargaba de la impresión de El Araucano y para reglamentar las publicaciones que se harían en el nuevo periódico. Dio a este último el nombre de Diario Oficial, con lo que se despejaron las dudas respecto de su índole.[5]

En suma, El Araucano tuvo una duración de 46 años, 5 meses y 9 días. Mantuvo una estructura de 4 páginas que se dividían en dos secciones:

Exterior:
ü Especialmente noticias de Europa y América Latina. De carácter político o literario.
ü Se incorporaban extractos de periódicos extranjeros, de libros destacados, o bien se exponían extensos comentarios de los mismos.

Interior:
ü Documentos oficiales: decretos, misivas internas, estados de cuentas de la Hacienda, lista de detenidos y sentenciados.
ü Mensaje Editorial: Se comenta la noticia de mayor interés o que mayores repercusiones puedan tener en el acontecer nacional. Las veces en que se omite esta sección se da por explicación que no existe nada que sea realmente importante para el desenvolvimiento político o cultural de Chile, y que no escribirán por escribir, como hacen otros periódicos que gustan de los “chismes”, “inventos” y “mentiras”.
ü Avisos: oferta de mercaderías u ofertas educacionales de profesores particulares.

Caracterización general de contenidos abordados
(17 de septiembre 1830 – 1 de junio 1833)

Puesto que nuestro ámbito de estudio se reduce al marco cronológico que va entre la fundación del diario, en septiembre de 1830, hasta la promulgación de la constitución en 1833, procederemos a continuación a delinear un esbozo general respecto de las temáticas abordadas durante este período.

En los primeros seis meses se pone mucho énfasis en la necesidad de imponer el orden aplacando toda escaramuza de anarquía o rebelión. Varios mensajes editoriales del año 1830 son dedicados a justificar la restricción de la libertad de imprenta.

En el primer semestre de 1831 los temas que se reiteran son la necesidad de modificar la constitución y la administración de justicia, la cual debiera tener como principal medio de transparencia la publicación de los juicios.

Se describen los peligros de la prensa indiscriminada que se trasforma en foco de disidencia, discordia y desorden. Pero también comienzan a surgir ideas respecto de la “justa y decente oposición” e incluso, contraponiéndose a las ideas vertidas en el primer mensaje editorial, se propone la necesidad de que se estructuren “partidos”, aunque se hace la salvedad de que bajo ninguna circunstancia deberían derivar en “facciones”.

A partir de mayo de 1831 se exponen los privilegios de ser un país ordenado y sin peligros reales de nuevas tensiones internas. Desmienten enérgicamente los comentarios aparecidos en El Mercurio Peruano, donde se exponen las disensiones al interior del Gobierno y las posibilidades de que Joaquín Prieto le de la espalda a los triunfadores de la revolución de 1829. Muchos mensajes editoriales del primer semestre de 1831 comentan la necesidad de que el Gobierno se haga cargo de la incorporación de enseñanzas de ciencias que sean útiles al Progreso nacional. Por ejemplo, ciencias naturales, clases de química y matemática que puedan ser de toda utilidad para la agricultura y la industria del país.

En septiembre de de 1831 uno de los temas en torno al cual se estructura el discurso corresponden a los proyectos para modificar la Constitución de 1828. Uno de los aspectos que mayor atención merece es el constante interés de remarcar la necesidad de “reformar” el código anterior, no de hacer uno nuevo. Es así que muchos mensajes contienen una cargada crítica hacia la Convención Constitucional, cuestión que le valdrá a El Araucano tener que defenderse frente a los ataques de El Mercurio, quien critica que se haya hecho de la antigua carta constitucional “un ídolo”, mientras que la Convención Constituyente se haya convertido en blanco de “injustos ataques”. Frente a tal acusación El Araucano desmiente que se haya atacado y mucho menos difamado a los componentes de la Convención.

La temática que más se reitera a partir de este momento hasta mayo de 1833 es la necesidad de que la carta reformada permita consolidar al Gobierno prestándoles amplios poderes que permitan enfrentar y superar la adversidad cuando las circunstancias lo requieran. En definitiva se defiende la idea de un Gobierno fuerte, que cuente con “facultades extraordinarias”, ya que de no contar con éstas o se verá obligado a quebrantar la constitución cuando las circunstancias lo requieran o se verá obligado a sucumbir. Otra temática constitucional de relevancia es la restricción del derecho a sufragio, con el objeto que sólo lo obtenga gente capaz de utilizarlo de manera “decente y consciente”.


La relación de El Araucano con el Gobierno

A través de El Araucano observaremos la historia desde la perspectiva oficial del Gobierno, y ello no significa ignorar que este periódico no era el “oficial”, pues no hubo ninguno que tuviera tal denominación hasta 1876. No obstante, los editores fueron hombres que se dispusieron a dar respaldo al régimen establecido en 1830 y por ello, sin ser el diario o periódico “oficial”, publicaron los documentos relevantes del Gobierno, tanto los referidos a materias internas como externas, así también se propusieron defender las posturas oficiales cuando hubo la necesidad de hacerlo, sobre todo cuando otras publicaciones, declaradas adversas, exponían severas críticas y recriminaciones hacia el Gobierno en general o hacia alguno de sus líderes en particular. Pero esta cercanía e identificación con el Gobierno no siempre fue tan evidente, y ello es explicado por sus propios redactores en diversas ediciones.

Por ejemplo, en la primera edición se “advierte” a los lectores las características del periódico, señalando que su objeto, no será entrar en rivalidades inútiles y destructivas, sino que cuando sea necesario se entregarán las opiniones a modo de sugerencia o consejo que permitan al Gobierno mantenerse firme y consecuente.

Bajo el epígrafe “ADVERTENCIA” se consignó lo siguiente:

“El objeto de El Araucano es comunicar a Chile toda clase de noticias importantes que puedan adquirir de las demás naciones y presentar esta los datos por donde puedan juzgar del estado de nuestra política, moralidad, instrucción y adelantamiento en todos los ramos. Se copiarán los documentos oficiales más importantes, para dar seguridad a las relaciones y una crítica veraz y severa, pero sin mordacidad, analizará todas las providencias administrativas que no sean ajustadas a los principios y a la justicia
Los editores prometen no entrar jamás en controversias de partido… sus páginas se franquearán sólo a remitidos sobre puntos científicos o cualesquiera otro de utilidad general. Sin embargo pueden verse precisados alguna vez a sostener providencias del Gobierno o a defender su comportación y lo previenen para que en ningún momento lo tachen de inconsecuentes”[6].

En otra oportunidad (8 de febrero 1833), los editores de El Araucano precisan la naturaleza del periódico en respuesta a una supuesta “guerra de insultos” de los periódicos oficiales de Chile y Bolivia en contra de Perú. Si bien, en primer lugar este mensaje editorial tiene por objeto desmentir que Chile esté llevando a cabo una campaña anti peruana a través de su periódico “supuestamente oficial”, en segundo lugar, lo que se precisa es la intención de los editores de El Araucano por subrayar la independencia con la que desarrollan sus labores de redacción.

“Perú desconfía de una supuesta alianza entre Bolivia y Chile… no nos desgastaremos en desvanecer tan absurda insinuación.
Se nos atribuye actitud hostil por los insultos y las acusaciones injustas que los periódicos oficiales de una y otra república prodigan a la administración peruana. El Araucano es el único de los periódicos chilenos que tiene conexión con el Gobierno y ésta se reduce a la inserción de las leyes y demás documentos que interesan al público. Pero sabido es que en sus columnas se ha IMPUGNADOS repetidas veces, aunque con MODERACIÓN y RESPETO las opiniones de la administración actual…”[7]

Como se puede ver, aquí los editores desmienten ser el periódico oficial del Gobierno, afirmando que la supuesta oficialidad sólo se remite al interés que ha puesto El Araucano en publicar los documentos y leyes más relevantes expedidos por el Gobierno, pero ello se complementa con una posición crítica orientada a encausar por medio de la opinión moderada y respetuosa los actos del Gobierno.

No obstante lo anterior, la perspectiva tradicional de análisis de El Araucano, ha considerado que este periódico es indiscutiblemente la voz del Gobierno y por ello el diario oficial, así por ejemplo lo considera Ernesto de la Cruz, afirmando que El Araucano es la materialización de una idea de Diego Portales, referida a la necesidad de publicar los documentos y decisiones oficiales del Gobierno. Portales “quería que se pusieran en transparencia hasta los pensamientos de los hombres del poder, seguro como estaba de la honorabilidad de la manera de proceder de sus compañeros de trabajo… a esto obedeció la creación de El Araucano, periódico oficial con largos años de existencia”.[8]


La ambigüedad respecto de si es o no, El Araucano, el diario oficial del gobierno podemos aclararla con algunas aseveraciones de Raúl Silva Castro y Diego Barros Arana. El primero de estos, afirma que al haber nacido El Araucano bajo los auspicios de Diego Portales, era innegable que se transformara en el defensor y promotor de ideas gubernamentales, pero al mantener independencia respecto de su grupo redactor, este a través de los mensajes editoriales podía sustentar propuestas distintas a lo propiamente gubernamentales.[9] Pero el rasgo de oficialidad, solo lo vino a tomar a partir del 23 de febrero de 1850, cuando por decisión gubernamental –según señala Barros Arana- el Araucano comenzaría a publicarse tres veces por semana, con el objeto de publicar sin tardanza exagerada los documentos oficiales, tendría, además un redactor designado por el Presidente de la República y este trataría las cuestiones concernientes a la administración del Estado, para explicar algunos puntos o para desvanecer los cargos que se le hiciesen. Tal propuesta del Gobierno demandaba gastos que causaron amplios debates en el Senado. No obstante, como señala Barros Arana, estos cambios se mantuvieron poco tiempo en vigencia y al cabo de dos años ya se había vuelto a las antiguas prácticas de periódico subvencionado con fondos fiscales.[10] Y así se mantuvo hasta 1876, cuando desapareció en forma definitiva, dejando paso a la creación del “Diario Oficial”, el nombre ya no dejaba lugar a dudas.



NOTAS
[1] Silva, Castro, Raúl, Prensa y periodismo en Chile 1812-1956, Ed. Universidad de Chile, Santiago 1958. Página 167
[2] Idem
[3] Briceño Ramón, Estadística Bibliográfica, Santiago, Chile, 1862. Vol. I. (En: portada de El Araucano, fondos documentales de Biblioteca Budge de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso)

[4] Silva, Castro, Raúl, Prensa y Periodismo…, Ob. Cit., página 173
[5] Ibidem, página 174
[6] El Araucano, Santiago de Chile, 17 de septiembre de 1830, N° 1, página 1, columna 2.
[7] El Araucano, Santiago de Chile, 8 de febrero de 1833, N° 126, página 3, columna 3. (Las mayúsculas son nuestras)
[8] De la Cruz, Ernesto, Epistolario de don Diego Portales, Página 46
[9] Silva, Castro, Raúl, Prensa y Periodismo…, Ob. Cit., página 174
[10] Barros, Arana, Diego, Un decenio de la Historia de Chile (1941-1951), Santiago, 1905-1906.Tomo II, páginas 368 – 369.


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