El Telón de Acero. W. Churchill
Estoy contento de haber venido al Westminister College esta tarde, y también de que me hagan el honor de concederme el doctorado...
Hoy los Estados Unidos se encuentran en el pináculo de la torre del poder. Es un momento solemne para la Democracia americana. Porque esa primacía de poder está acompañada de una impresionante responsabilidad de futuro. Si miran a su alrededor, no sólo deberán tener el sentimiento del deber cumplido, sino que habrán de sentir el temor de no alcanzar todo lo que se han propuesto... es necesario que el espíritu constante, el propósito inmutable y la gran sencillez en las decisiones guíen y gobiernen en la paz como e la guerra, la conducta de los pueblos que hablan en inglés. En esta obligación debemos demostrar que somos iguales, y creo que lo vamos a hacer.
Tengo una propuesta práctica y concreta que hacer. Se pueden nombrar tribunales y jueces, pero no pueden funcionar sin sheriff ni policías. La Organización de la Naciones Unidas debe empezar inmediatamente a proveerse de un ejército internacional... propongo que se invite a todas las potencias y a todos los Estados a que deleguen un número determinado de sus escuadrones aéreos para e servicio de la Organización mundial... se podría empezar a escala modesta, para que creciera a medida que lo hiciera la confianza. Querría haber visto que se hacía cuando terminó la Primera Guerra Mundial, y confío de todo corazón que se pueda hacer inmediatamente.
No obstante, sería un error y una imprudencia confiar los conocimientos secretos o la experiencia de la bomba atómica, que hoy comparten los Estados Unidos, Gan Bretaña y Canadá, a la Organización Internacional mientras esta se encuentre en su infancia... Nadie de ningún país ha dormido peor en su cama porque estos conocimientos, esos métodos y las materias primas que hay que utilizar, en su mayoría se encuentren hoy en manos de los americanos. No creo que todos nosotros hubiéramos dormido con tanta placidez si la situación hubiese sido la opuesta o si algún estado comunista o neofascista hubiese monopolizado hasta hoy estos temibles recursos. Dios ha querido que no ocurra así y disponemos al menos de un tiempo para respirar y poner la casa en orden antes de enfrentarnos a este peligro; e incluso entonces, si no se ahorran esfuerzos seguiremos poseyendo una superioridad tan formidable que bastará para disuadir de forma efectiva de que los utilicen o amenacen con hacerlo.
... y ahora hablaré del segundo peligro de estos maleantes que amenazan la finca, la casa y a la gente corriente; es decir, la tiranía. No podemos estar ciegos ante el hecho de que las libertades de que goza cada uno de los ciudadanos de todo el Imperio Británico no existen en número considerable de países, algunos de los cuales son grandes potencias. En estos Estados se controla a la gente corriente mediante diferentes tipos de gobiernos policiales que lo abarcan todo...
Hoy, cuando las dificultades son tantas, no es obligación nuestra intervenir a la fuerza en los asuntos internos de los países que no hemos conquistado en la guerra. Pero nunca debemos dejar de proclamar sin miedo los grandes principios de la libertad y los derechos del hombre, que son la herencia común del mundo de habla inglesa que, a través de la Carta Magna, la Carta de Derechos, el Habeas Corpus, el juicio y el jurado, y el derecho Común Inglés, tienen su más famosa expresión en la Declaración de Independencia Americana.
Todo esto significa que las personas de cualquier país tienen derecho, y deberían tener la capacidad reconocida por la Constitución de elegir o cambiar, mediante elecciones libres, sin restricciones y secretas el carácter o la forma de gobierno por el que se rijan; que debe imperar la libertada de expresión y de pensamiento; que los tribunales de justicia, independientes del poder ejecutivo y de cualquier partido apliquen las leyes que hayan recibido el consentimiento amplio de la mayoría o estén consagradas por el tiempo y la costumbre. Ello representa el título de propiedad de la libertad que debe existir en todos los hogares. Ahí está el mensaje que los pueblos americanos e ingles dirigen a la humanidad.
No se podrá evitar la guerra de forma segura ni podrá progresar de forma continuada la Organización Mundial sin lo que he denominado la asociación fraterna de los pueblos de habla inglesa... la asociación fraterna no solo exige el desarrollo de la amistad y la comprensión mutua de nuestros dos sistemas de sociedad, muy amplios, pero similares, sino la continuidad de relación estrecha entre nuestros asesores militares, que conduzca al estudio común de los posibles peligros, la semejanza de las armas y los manuales de instrucción y al intercambio de oficiales y cadetes en los centros de formación.
Una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe que pretende hacer la Rusia Soviética y su organización Comunista Internacional en el futuro inmediato, ni cuales son los límites si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista. Siento una gran admiración y tengo una gran estima al valeroso pueblo ruso y al que fue mi camarada en la guerra, el Mariscal Stalin. En Gran Bretaña (y no dudo que también en Estados Unidos) existe una profunda simpatía y buena voluntad hacia todos los pueblos de Rusia y una disposición a perseverar, a partir de las muchas diferencias y los muchos desaires, en el establecimiento de una amistad duradera. Comprendemos la necesidad que tiene Rusia de asegurar sus fronteras occidentales para alejar cualquier posibilidad de agresión por parte de los alemanes. Damos la bienvenida a Rusia al lugar que le corresponde entre las principales naciones del mundo. Damos la bienvenida a su bandera e los mares. Y sobre todo nos alegramos de los contactos constantes, frecuentes y cada vez más numerosos entre el pueblo ruso y nuestro propio pueblo de ambos lados del Atlántico. Sin embargo s mi obligación, porque estoy seguro que desean que les diga las cosas como las veo, exponerles algunos hechos sobre la posición actual de Europa.
Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú, muy fuertes, y en algunos casos, cada vez más estrictas. Únicamente Atenas es libre de elegir su futro en unas elecciones bajo la supervisión de Ingleses, americanos y franceses. El gobierno polaco, dominado por Rusia, ha sido empujado a hacer incursiones enormes e injustas en Alemania, y hoy se está produciendo la expulsión en masa de millones de alemanes a una escala inimaginable y de extrema gravedad. Los partidos Comunistas que eran muy reducidos en los Estados Orientales de Europa, han sido situados en lugares preeminentes, se les ha otorgado un poder muy superior a lo que representan y procuran hacerse con un control totalitario en todas partes. Los gobiernos policiales prevalecen en casi todos los casos y, de momento, salvo en Checoslovaquia no existe una autentica democracia.
La seguridad del mundo exige una nueva unidad de Europa, de la que ninguna nación esté excluida de forma permanente. Las guerras de las que hemos sido testigo o las que ocurrieron en tiempos anteriores, nacieron de las disputas entre pueblos a los que unen fuertes vínculos... dos veces Estados Unidos ha tenido que enviar a la guerra al otro lado del Atlántico a varios millones de sus jóvenes; y hoy la guerra puede sorprender a cualquier nación de cualquier lugar entre oriente y Occidente. No hay duda de que debemos trabajar en la pacificación de toda Europa, dentro de la estructura de Naciones Unidas y de acuerdo con su carta.
...en un gran número de países, lejos de las fronteras rusas y por todo el mundo, se establecen quintas columnas comunistas que trabajan en perfecta Unión y total obediencia a las directrices que reciben del centro comunista.
Pesé que tenía la obligación de mostrar la sombra que, tanto en oriente como en occidente, se cierne sobre el mundo. Era alto ministro en tiempos del Tratado de Versalles y amigo íntimo del Señor Lloyd George, que fue el jefe de la delegación Británica en Versalles. Yo no estaba de acuerdo en muchas cosas que se hicieron, pero tengo muy grabada en la mente aquella situación y me duele tenerla que cotejar con lo que ocurre hoy. En aquellos días se tenia mucha esperanza y una confianza sin límites en que las guerras se habían terminado y en que la Liga de Naciones sería todopoderosa. En el enfermizo mundo de hoy no veo ni siento la misma confianza, ni siquiera las mismas esperanzas.
Por otro lado, rechazo la idea de que es inevitable una nueva guerra, y mucho más la de que sea inminente. Estoy seguro de que nuestros destinos siguen en nuestras manos... por eso me siento obligado a hablar ahora que tengo la oportunidad de hacerlo. No creo que la Rusia Soviética desee la guerra. Lo que quieren son los frutos de la guerra y la expansión indefinida de su poder y de sus doctrinas. Pero lo que debemos considerar hoy aquí mientras hay tiempo es la prevención permanente de la guerra y el establecimiento de las condiciones de liberad y democracias lo antes posible en todos los países... las dificultades y peligros no desaparecerán porque cerremos los ojos...
Por ‘cuanto he visto de nuestros amigos los rusos durante la guerra, estoy convencido de que nada admiran más que la fuerza y nada respetan menos que la debilidad especialmente la debilidad militar. Por esta razón la vieja doctrina del equilibrio de poder es perjudicial. Si las naciones occidentales se mantienen juntas en el respeto estricto de la Carta de las Naciones Unidas, su influencia en el fomento de esos principios será inmensa (...)
La última vez vi que se aproximaba todo esto y lo proclamé a mis paisanos y al mundo, pero nadie prestó atención. Hasta 1933 e incluso 1935 se hubiera podido salvar a Alemania del terrible destino en que ha caído y todos nos podríamos haber evitado todas las calamidades que Hitler permitió que cayeran sobre la Humanidad. Nunca en a historia hubo una guerra tan fácil de prevenir mediante una acción oportuna como la guerra que acaba de asolar grandes zonas del globo... pero nadie quiso escuchar, y el terrible torbellino nos engulló a uno después de otro. Es evidente que no debemos permitir que vuelva a ocurrir.
Y esto sólo se puede conseguir si hoy en 1946, alcanzamos un buen acuerdo con Rusia en todas las cuestiones bajo la autoridad general de la Organización de las Naciones Unidas y con el mantenimiento de ese acuerdo a lo largo de muchos años de paz mediante este instrumento mundial apoyado por todas las fuerzas del mundo de habla inglesa y todos los países relacionados con él. Ahí esta la solución que con todo respeto les propongo en esta Alocución a la que he dado el título de “Los Pilares de la Paz”.
Análisis del documento
El autor del documento:
Wiston Churchill había sido Primer Ministro Británico entre los años 1940 y 1945. Le correspondió dirigir a su país en el momento más crítico de la Segunda Guerra Mundial. En ese período logró organizar un gobierno de coalición que tocó su fin al momento en que la victoria de las fuerzas Aliadas se hacía evidente. En 1945 se realizaron elecciones generales en Gran Bretaña, en las que su partido, el Conservador, fue derrotado por los laboristas. Bajo estas circunstancias, en 1946 Wiston Churchill era el líder de la oposición del gobierno británico.
Destinatarios, lugar y fecha:
El discurso en cuestión, “Las Pilares de la Paz” o “el telón de acero”, fue pronunciado en el Westminster College, Fulton, Missouri el 5 de marzo de 1946. La razón por la que se encuentra en ese lugar, es porque allí iba a ser investido con el título de Doctor Honoris Causa junto al presidente Harry Truman.
Contenido del documento:
Wiston Chuchill comienza su discurso agradeciendo la investidura de doctor ofrecida por el Westminster College, pero de inmediato procede a referirse a las tareas que deben asumir los norteamericanos y los británicos. La Gran Guerra ha terminado, pero la paz no se observa como un fruto fácil de conseguir, al contrario, las dificultades para conseguirla parecen ser múltiples y es ahí donde la unión de los pueblos de “habla inglesa” debe demostrar su compromiso y fortaleza.
Las decisiones deben ser tomadas en el marco estructurante de la Organización de las Naciones Unidas. La propuesta de Churchill apunta a subrayar la necesidad de fortalecer la organización mundial dotándola de un instrumento militar factible de desempeñar su tarea pacificadora. En este punto comienza a quedar en evidencia su percepción respecto de las diferencias que separan a los pueblos de habla inglesa de la Rusia Soviética. Bajo ninguna circunstancia deberá confiarse los conocimientos acerca de la bomba atómica a la Organización internacional, ello principalmente porque reconoce que las cualidades de naciones pacíficas sólo se restringen a los países occidentales, mientras que coloca a la Unión Soviética y a los países fascistas en la misma categoría de naciones belicosas: “Nadie de ningún país ha dormido peor en su cama porque estos conocimientos, estos métodos y las materias primas que hay que utilizar, en su mayoría se encuentren hoy en manos de los americanos. No creo que todos nosotros hubiéramos dormido con tanta placidez si la situación hubiese sido la opuesta o si algún estado comunista o neofascista hubiese monopolizado hasta hoy estos temibles recursos”.
A continuación el discurso de Churchill se orienta a denunciar el segundo peligro que amenaza la paz, este es la Tiranía, caracterizada por la subyugación de las libertades personales a un indiscriminado poder del estado que regula y controla a la gente con diferentes tipos de gobiernos policiales que lo abarcan todo. Respecto de este punto destaca que su denuncia no implica un llamado a hacer la guerra para eliminar la tiranía: “Hoy, cuando las dificultades son tantas, no es obligación nuestra intervenir a la fuerza en los asuntos internos de los países que no hemos conquistado en la guerra”. Si no que está cumpliendo con su deber y derecho de proclamar los principios de la libertad y los derechos del hombre, los cuales están ampliamente protegidos en las diversas legislaciones estipuladas por los pueblos de habla inglesa. En efecto, según Churchill este es el mensaje que los pueblos americano y británico dirigen a la humanidad. El discurso pone énfasis en las virtudes y valores que caracterizan a los pueblos de habla inglesa y sobre todo enfatiza las tareas que deben asumir frente a la construcción y mantenimiento de la paz.
Hasta aquí podemos decir que Churchill ha elaborado un preámbulo o introducción a su análisis de los principales problemas que afectan el mantenimiento de la paz. En los párrafos siguientes, elabora un análisis acerca de los problemas concretos que han surgido tras la victoria de las fuerzas aliadas: “Una sombra se cierne sobre los escenarios que hasta hoy alumbraba la luz de la victoria de los aliados. Nadie sabe que pretende hacer la Rusia Soviética y su organización Comunista Internacional en el futuro inmediato, ni cuales son los límites, si existe alguno, a su tendencia expansiva y proselitista”. No obstante, en forma seguida dedica un párrafo completo a destacar las bondades y potencialidades de una relación amistosa con Rusia Soviética y su líder, Stalin. Relación que había demostrado su máximo esplendor durante la guerra, pero que tras la victoria comenzaba a evidenciar los desencuentros entre la sociedad soviética y los países occidentales.
En este punto comienza la denuncia de los hechos que afectan a Europa: “Desde Stettin, en el Báltico, a Trieste, en el Adriático, ha caído sobre el continente un telón de hierro. Tras él se encuentran todas las capitales de los antiguos Estados de Europa central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía, todas estas famosas ciudades y sus poblaciones y los países en torno a ellas se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética, y todos están sometidos, de una manera u otra, no sólo a la influencia soviética, sino a una altísima y, en muchos casos, creciente medida de control por parte de Moscú, muy fuertes, y en algunos casos, cada vez más estrictas”. Con estas palabras Churchill pone en evidencia toda la realidad que afecta a la Europa Oriental, la que ha sido liberada de los nazis por el Ejército Rojo. La liberación prontamente pasó a significar ocupación, pues la influencia soviética se extendió en Europa al mismo ritmo que el avance del ejército Rojo.[1] Así pues, la línea que delimita el área ocupada por las tropas soviéticas del área ocupada por los países occidentales, pasará a conocerse de ahora en adelante como Telón de Hierro o Telón de acero, dependiendo de la traducción.[2]
Enseguida, Churchill subraya la irregularidad de la extensión de la frontera polaca a expensas de territorio alemán: “El gobierno polaco, dominado por Rusia, ha sido empujado a hacer incursiones enormes e injustas en Alemania, y hoy se está produciendo la expulsión en masa de millones de alemanes a una escala inimaginable y de extrema gravedad”. Debemos recordar que tal situación significó extensos debates en la Conferencia de Yalta, donde la cuestión polaca era uno de los temas principales en discusión. Los problemas en disputa pasaban, esencialmente, por el gobierno polaco que sería reconocido y por los límites que se establecerían como frontera de Polonia. En ambos casos, la posición de Stalin terminó prevaleciendo, ya que el Gobierno que se instaló finalmente fue el que había auspiciado Stalin y no el que se había cobijado en Gran Bretaña durante la guerra. Mientras que la frontera polaca terminó extendiéndose en el oeste sobre territorio Alemán. Lo anterior entrañaba dos posibilidades, millones de alemanes quedarían sometidos a un gobierno polaco o bien, se produciría el desplazamiento de la población alemana. Finalmente, según indica Charles Zorgbibe, los occidentales terminaron cansándose ante la obstinada posición de Stalin y cedieron respecto de la extensión de la frontera polaca sobre territorio alemán. Además, los territorios en cuestión formaban parte de la ocupación atribuida a la URSS.[3] Esto último llevó al presidente Truman a sostener que la ocupación de Alemania estaba a cargo de 5 países: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, la Unión Soviética y Polonia. En el mapa que se presenta a continuación vemos claramente la extensión de la frontera polaca sobre territorio alemán, mientras que en la fotografía se puede apreciar el traslado de la población alemana hacia territorios del oeste.
Mapa de ocupación de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial
Mapa: Ocupación de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Editorial S.M. (www.profes.net)
Otro de los aspectos que pone en evidencia en su discurso es el rápido asenso de los Partidos Comunistas en todos los países ubicados al este del “Telón de Hierro”: “Los partidos Comunistas que eran muy reducidos en los Estados Orientales de Europa, han sido situados en lugares preeminentes, se les ha otorgado un poder muy superior a lo que representan y procuran hacerse con un control totalitario en todas partes”. En efecto, la Unión Soviética convirtió su avance militar contra las tropas nazis como el primer paso hacia la creación de una esfera de influencias, a partir de la cual Stalin pensaba defender sus intereses territoriales, organizando una glacis territorial y política de seguridad, ello implicó el asenso progresivo de los partidos comunistas locales bajo el control de Moscú. Dicho asenso constó esencialmente de dos etapas. En primer lugar, la estrategia implementada se basaba en la constitución de gobiernos de coalición en los que se encontraban representadas las diversas tendencias políticas, éstos fueron los llamados “frentes populares”. La excepción se produjo en Yugoslavia y Albania, donde los comunistas se impusieron directamente en el poder. La segunda etapa estuvo marcada por lo que ha venido a denominarse como “democracias populares”, donde los gobiernos ya estaban presididos por un sólo partido, el comunista. En estos tipos de gobierno, las elecciones se siguieron realizando, no obstante, sólo venían a significar un voto de aprobación al gobierno.
Frente a esta situación, Churchill realiza un llamado de atención, primero a los dos principales países de habla inglesa y luego a toda Europa, ya que según su apreciación “la seguridad del mundo exige una nueva unidad de Europa de la que ninguna nación esté excluida de forma permanente”. En este punto podemos visualizar la idea de Churchill acerca de la necesidad de no excluir en forma permanente a Alemania del concierto internacional.
Para Churchill, el verdadero peligro que debe preocupar a las naciones pacíficas es la expansión del comunismo, y no sólo aquel que avanzó junto a las botas del ejercito rojo sino que también aquella expansión que se produce por todo el mundo a través de los partidos comunistas, los cuales según su apreciación constituyen “un creciente reto y peligro para la civilización cristiana”.
El énfasis que Churchill pone en la certeza de sus análisis, queda subrayado al recordar sus propuestas de la década del 30,cuando según él aún era posible poner atajo a la Guerra que se desencadenó en 1939. En el párrafo final del discurso pronunciado en Fulton, afirma: “La última vez vi que se aproximaba todo esto y lo proclamé a mis paisanos y al mundo, pero nadie prestó atención. Hasta 1933 e incluso 1935 se hubiera podido salvar a Alemania del terrible destino en que ha caído y todos nos podríamos haber evitado todas las calamidades que Hitler permitió que cayeran sobre la Humanidad. Nunca en la historia hubo una guerra tan fácil de prevenir mediante una acción oportuna como la guerra que acaba de asolar grandes zonas del globo... pero nadie quiso escuchar, y el terrible torbellino nos engulló a uno después de otro”. Frente a esto, se debe recordar que Churchill era un férreo opositor de la política de apaciguamiento aplicada por los países occidentales y especialmente por Gran Bretaña frente a Hitler, pero como señala Henry Kissinger, la principal característica de Churchil fue haber tenido cualidades de profeta respecto del devenir de las Relaciones Internacionales, no obstante, los profetas son reconocidos como tales, sólo cuando sus visiones han pasado a ser experiencia, es decir, cuando poco o nada se puede hacer para revertir la situación. En efecto, “el destino de Churchill fue ser rechazado por sus conciudadanos, salvo durante un breve período de tiempo, cuando la supervivencia misma de éstos estaba en juego. Durante los años treinta había pedido a su país que se armara mientras que sus contemporáneos intentaban negociar; En los años cuarenta y cincuenta pidió un encuentro diplomático, mientras sus contemporáneos estaban más interesados en reforzarse”. Cuando en la década del treinta, Churchill hacía notar la imperiosa necesidad de armarse para hacer frente al peligro nazi, fue acusado de belicoso y sus advertencias fueron desatendidas, y por el contrario, fueron llevados a cabo los acuerdos de Munich en 1938, los que en términos generales, vinieron a ratificar que las Democracias Occidentales se cruzaban de brazos ante el comienzo de la expansión nazi. En 1946 estaba advirtiendo acerca de todos los peligros que significaba para las democracias occidentales cerrar los ojos ante la amenaza soviética. Pero en 1946 su propuesta no contemplaba el enfrentamiento directo con el enemigo: “no es obligación nuestra intervenir a la fuerza en los asuntos internos de los países que no hemos conquistado en la guerra”, sino que su propuesta apuntaba a la necesidad de alcanzar un acuerdo razonable con la Unión Soviética. No obstante, esta vez tampoco sus advertencias fueron atendidas, pues cada uno de los bandos se encaminó hacia la intransigencia haciéndose cada vez más imposible llegar a un acuerdo. A este hecho hay que agregar que el mismo discurso de Churchill fue considerado por Stalin como una amenaza de guerra, la cual inmediatamente fue replicada.
NOTAS
[1] Aracil, Rafael, Ob. Cit., Página 23
[2] En castellano la terminología a quedado consagrada como “Telón de acero”, pero Churchill siempre se refirió a un “iron curtain”, es decir, telón o cortina de hierro. (Esta nota aclaratoria se encuentra incorporada en las notas del Traductor de la obra de Zorgbibe, Charles, Ob. Cit., Página 41)
[3] Zorgbibe, Charles, Ob. Cit., Página 31
EXTRACTO: Tesis de pregrado Henríquez, Orrego, Ana, Propuesta Didáctica para la enseñanza de la Guerra Fría, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Viña del Mar, 2005.
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Guerra Fría - Diego Portales - Nicolás Maquiavelo - José Francisco Vergara - Francis Fukuyama - Didáctica de la Historia - Salvador Allende
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1 comentarios:
gracias por poner esto!!! es de mucha ayuda. no muchos sitos web tienen este discurso completo . gracias!!!
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