LA GUERRA FRÍA EN CHILE






La Guerra Fría y sus dos principales actores, Estados Unidos y la Unión Soviética no fueron los causantes de los problemas que aquejaron a Chile en la década del 70, pero no se puede negar su alto grado de influencia. Por una parte Estados Unidos y su política interventora a través de la CIA canalizó alrededor de 7 millones de dólares para apoyar las fuerzas anticomunistas, mientras que la URSS significó para la izquierda chilena y especialmente para los comunistas la fuente de inspiración. Los documentos hasta ahora desclasificados, confirman el hecho de que la URSS no siguió en Chile una política interventora como sí lo hizo Estados Unidos.

Chile no fue un títere de las fuerzas generadas por las potencias dominantes de la Guerra Fría, sino que fue un actor con fuerzas y dinámicas propias, con actores propios, los cuales no se mantuvieron al margen de las tendencias globales del devenir de la política internacional. Ejemplo de ello es la impotencia que sintieron los políticos norteamericanos ante la imposibilidad de poder dirigir los destinos de nuestro país.
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EN ESTE COMPENDIO ENCONTRRÁS LOS SIGUIENTES DOCUMENTOS
DOCUMENTO 1:
Memorias de Henry Kissinger. El intento de EEUU por evitar la elección de Salvador Allende
DOCUMENTO 2:
Nikolai Lenov, Ex Vice Director de la KGB, La URSS y Chile.
DOCUMENTO 3:
“¿Peón o actor? Chile en la Guerra Fría (1962-1973)”. Joaquín Fermandois
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DOCUMENTO 1:
Memorias de Henry Kissinger. El intento de EEUU por evitar la elección de Salvador Allende

La elección de Allende era un desafío a nuestro interés nacional no podíamos reconciliarnos con un segundo estado comunista en el Hemisferio Occidental. Estábamos persuadidos que pronto estaría incitando políticas antinorteamericanas, atacando la solidaridad del hemisferio, haciendo causa común con Cuba, y antes o después, estableciendo estrechas relaciones con la Unión Soviética.
Lo que nos preocupaba acerca de Allende era su proclamada hostilidad a los Estados Unidos y su patente intención de crear efectivamente otra Cuba.
Nuestra preocupación por Allende estaba basada en la seguridad nacional, no en la economía.
La nacionalización de las propiedades de los norteamericanos no fue el problema.
En estas circunstancias, no era moral ni políticamente injustificado que los Estado Unidos apoyaran a aquellas fuerzas políticas internas que buscaban mantener un contrapeso democrático al dominio radical. No había nada de siniestro en el deseo de los Estados Unidos de hacer posible que los partidos democráticos mantuvieran periódicos o canales de radio y televisión competitivos. Las mismas consideraciones habían inducido a las administraciones Kennedy y Johnson a disponer más de tres millones de dólares entre 1962 y 1964 para la campaña del oponente de Allende, el reformista y capaz Eduardo Frei.
Dos administraciones anteriores habían llegado a la conclusión de que Salvador Allende y las fuerzas que lo respaldaban, constituían una amenaza suficiente a nuestros intereses para justificar nuestra oposición en la elección de 1964, con casi tres millones de dólares; ya en 1968 varios cientos de miles de dólares fueron destinados secretamente por nuestros predecesores para ayudar a vencer a las fuerzas de Allende en las elecciones legislativas chilenas de marzo de 1969. Nuestra ayuda oficial a Chile durante el gobierno de Frei totalizó mucho más de mil millones, el mayor programa per cápita hasta entonces en América Latina, en parte para fortalecer las fuerzas democráticas contra Allende. Era sabiduría convencional cuando asumió Nixon que el gobierno de Allende amenazaba nuestros intereses nacionales.
Frei no podía ser reelecto por estipulaciones constitucionales. Había muchos avisos de tormenta en 1969)
La creciente tendencia izquierdista de los demócratas cristianos chilenos y su menguante base popular hacían improbable que los partidos no revolucionarios pudieran unirse en torno a un único candidato como lo habían hecho e 1964. La perspectiva era una carrera muy pareja entre tres candidatos (un conservador, un débil demócrata cristiano y izquierdista radical Allende) y una decisión final del congreso. Pero en 1969, la Casa Blanca estaba preocupada con Vietnam y su agitación doméstica, las relaciones soviéticas, Europa Occidental, las negociaciones con Japón, y los comienzos de la iniciativa china. Yo sabía muy poco acerca de Chile para contradecir a los expertos.
En 1970 no había un candidato demócrata reformista aceptable que apoyar; el partido estaba dividido, su candidato era débil y jugaba con la izquierda radical. Si Allende había de ser detenido, tendría que ser con el Conservador Alessandri.
El 25 de marzo de 1970 se logró someter al “Comité 40” un programa conjunto de deterioro contra Allende. Consistía en la ayuda norteamericana para la preparación de carteles, panfletos y anuncios oponiéndose a Allende sin sostener a Alesandri. La enorme suma de 135.000 dólares fue recomendada y aprobada. Pero el Departamento de Estado circunscribió el gasto de estos fondos aún más con la severa advertencia a efectos de que, si cualquiera de las actividades secretas tendían a respaldar a Alessandri, el apoyo del Departamento de Estado sería retirado inmediatamente... la consignación y la advertencia se anulaban mutuamente.
En la elección del 4 de septiembre de 1970, como se dijo, el porcentaje de Allende presentó una disminución del porcentaje que había recibido en 1964 cuando perdió con Frei, excepto que en 1970 el aún mas alto voto contra Allende estaba dividido sin esperanza. Según la Constitución de Chile, dado que ningún candidato tenía la mayoría, el Congreso en sesión conjunta decidiría entre dos candidatos cincuenta días más tarde, el 24 de octubre
El 5 de septiembre, en una conferencia de prensa, Allende aclamó su victoria y se comprometo a poner en práctica el radicalizado programa de la Unidad Popular sobre el que había hecho su campaña.
La reacción de Washington, donde durante todo el verano todos se habían refugiado en encuestas consoladoras, fue una sorpresa aturdidora.
Nixon estaba fuera de sí. Por más de una década había criticado duramente las administraciones demócratas por permitir el establecimiento del poder comunista en Cuba. Y ahora lo que él percibía como otra Cuba había surgido a la vida durante su propia administración sin que a él se le hubiera dado la oportunidad de tomar una decisión.
Sin verdadera convicción decidimos instruir al embajador Corrí para que preparara una valuación a sangre fría de la posibilidad y probabilidad de un golpe militar y de los pro y contra involucrados en la organización de una futura y efectiva oposición chilena a Allende.
El 9 de septiembre revivió la posibilidad de detener a Allende cuando Alessandri anunció que no se retiraría de la pugna en el Congreso y que si era elegido por éste, renunciaría y se llamaría a nuevas elecciones. Ello significaba para los norteamericanos que Frei podía ser constitucionalmente elegido como candidato.
Los planes Via I y Via II, aún los más complicados que involucraban a los militares, fueron ideados para producir una nueva elección que iba a probar en una confrontación de dos hombres si el pueblo chileno quería un presidente democrático o un confesadamente leninista. Es casi una certeza que, en una carrera de dos hombres, los chilenos seguramente habrían elegido al reformista demócrata Eduardo Frei.
Para el 18 de octubre todos los intentos de golpe habían sido abandonados. Envié un memorando al presidente que no puede dejar duda de que al más alto nivel todos los pensamientos de golpe habían sido abandonados: “ahora parece cierto que Allende será elegido presidente de Chile en las elecciones legislativas del 24 de octubre”
Creo que estábamos en lo cierto en nuestra evaluación de los peligros para nuestros intereses y para el hemisferio occidental representados por la asunción de Alle+nde a la presidencia. La solución que buscábamos era promover una bien definida elección popular entre las fuerzas democráticas y las totalitarias. Ayudar a tales fines me parecía bien entonces y me parece bien ahora.
El esfuerzo fue un esfuerzo de aficionados, improvisado en medio del pánico y ejecutado en la confusión. Las operaciones secretas jamás llegaron a levantar el vuelo; en contraste con 1964, hicimos muy poco y actuamos demasiado tarde. Allende asumió, no hubo golpe; no tuvimos más contactos destinados a organizar uno después de octubre de 1971. cuando Allende fue finalmente derrocado fue por su propia incompetencia e intransigencia; los líderes militares sin consultarlo fueron contra él por su propia iniciativa, porque estaban convencidos de que intentaba apoderarse de todo el poder y estaba a punto de organizar su propio golpe con ese fin.
El hecho es que varias de las medidas de Allende fueron declaradas inconstitucionales y fuera de la ley por la Suprema Corte Chilena el 26 de mayo de 1973, por el Contralor General el 2 de julio de 1973 y por la Cámara de Diputados el 22 de agosto de 1973. en su concepción, planificación y ejecución nosotros no desempeñamos el más mínimo papel.
En 1970 habíamos sido incapaces de evitar el acceso de Allende al poder.

Fuente: Henry Kissinger, Mis Memorias, Páginas 456-474

DOCUMENTO 2:
Nikolai Lenov, Ex Vice Director de la KGB, La URSS y Chile.

¿Qué significó Chile para la Unión Soviética y en qué medida la victoria de Salvador Allende afectó la visión que tenía de Chile la Unión Soviética?
Gran relevancia en todo el mundo, por aquello de la vía chilena al socialismo. Chile presentaba una oportunidad única para demostrar al mundo que el socialismo era capaz de triunfar usando la vía electoral, pacífica. En esto consistía su atracción y su importancia política para todo el mundo, especialmente para las fuerzas de izquierda.
La instauración del socialismo siempre antes había estado ligada con el empleo de la fuerza, con la violencia, con la revolución y la guerra civil. Así fue en la Unión Soviética con la Revolución de Octubre. En China, el triunfo de la revolución fue en gran parte hechura de la Unión Soviética, porque les dimos territorios liberados de los japoneses, les dimos armamento en abundancia: armamento que cogimos como botín en la Segunda Guerra Mundial. Y en Europa Oriental fue el ejército soviético el que, persiguiendo a los nazis, estableció regímenes socialistas en esos países.
En América Latina habían dos grandes ejemplos. Cuba que había alcanzado el socialismo sin la intervención extranjera y Chile que lo había alcanzado por la vía pacífica. Allende conservó la antigua máquina gubernamental, el ejército, el sistema judicial.
Claro, todas nuestras simpatías estaban con este experimento, y por eso seguimos con mucha atención el caso chileno. Pero no creíamos en su éxito, porque lo de Chile contradecía en todo lo que estaba escrito y habíamos aprendido.
¿Qué hicieron ustedes para ayudar al gobierno de la Unidad Popular o, más bien, por qué lo dejaron caer? ¿O fue como una revolución de los claveles o de los cocodrilos? ¿Qué pasó exactamente?
Mire, estoy seguro de que la correlación de fuerzas en aquel entonces era desfavorable para el experimento de Salvador Allende. Como les expliqué antes, en esa época los rusos enfrentaban conflictos con China, con Estados Unidos, y el debilitamiento del sistema socialista al lado [en Europa del Este]; además, los recursos materiales ya estaban agotados en gran parte.
Teniendo un respeto profundo hacia el experimento político, hacia este país, debo decir que no había forma ni decisión para intervenir en zonas tan lejanas, tan profundas, cuando las correlaciones de fuerza, incluso en Chile, eran absolutamente desfavorables. Las inversiones norteamericanas aquí alcanzaban a mil millones de dólares. Estados Unidos tenía aquí intereses en grandes cantidades, y a esos intereses estaban ligados muchos chilenos. Los rusos no tenían en Chile ningún apoyo que no fuese el del Partido Comunista chileno o de alguno que otro sindicato. Esto tenía un carácter emotivo, ideológico, pero no era una cosa concreta, material.
Para ese entonces la URSS estaba muy agotada, y los norteamericanos tenían en Chile interese económicos muy fuertes.
Aportes concretos de la URRS al gobierno de Allende:
Los rusos hicieron lo máximo que pudieron en aquel entonces.
Aparte de la ayuda política, moral, se dieron créditos. Al principio hubo un crédito de 57 millones de dólares, después se otorgó otro. Se enviaron aquí tres barcos pesqueros para que pescaran en aguas chilenas y surtieran con su producción a la población. Cuando aquí se produjo el terremoto en 1971, con sus devastadoras secuelas, la Unión Soviética regaló una fábrica con capacidad para construir 70 mil metros cuadrados de viviendas prefabricadas al año. En febrero de 1972 llegó el primer barco, el ‘Lunacharsky’, con equipamiento para la fábrica. En enero de 1973 fue terminado el montaje, y en julio de 1973 se construyeron los primeros dos edificios de 48 departamentos cada uno.
A fines de 1971, a las costas chilenas llegaron los primeros tres barcos factorías, ‘Promyslovik’, ‘Sumy’ y ‘Yantar’. Eran fábricas flotantes, funcionaron hasta el mismo día del golpe entregando a los chilenos 17 mil toneladas de pescado congelado y 2,5 toneladas de harina de pescado. Allende apreciaba mucho la ayuda de estos barcos.
Durante la administración de Allende suministramos a Chile 3.100 tractores, y teníamos previsto construir una fábrica de producción de lubricantes, que empezaría a funcionar en 1975 para que en 1980 alcanzara tal nivel de producción que hubiera cubierto todas las necesidades del país.
Se habló de un crédito para el envío de armamento soviético, a petición de Salvador Allende —creo que lo pedía [el general] Prats. …Bueno, nadie pensaba cobrar estos créditos después.
... Porque ya se avecinaba la cosa trágica, y por los informes que se recibieron a través de la CIA —donde nosotros teníamos fuentes, ya que ellos eran siempre el objetivo número uno para nosotros —, teníamos datos seguros de que se produciría un golpe de Estado, que éste ya estaba prácticamente preparado. Entonces, para que no fueran tanques soviéticos los que salieran a la plaza y dispararan contra el Palacio de la Moneda, se dio a los barcos la orden de virar, de cambiar el rumbo y desembarcar el armamento en otros lugares, donde fue vendido.
Dentro de nuestras posibilidades comerciales, se envió aquí bastante comestible: trigo, cerca de 74.000 toneladas; más de un millón de latas de leche condensada, bastante carne congelada, lo que nosotros sacábamos de las relativamente parcas reservas que teníamos. En fin, se hizo lo posible. Pero no se puede decir que los dejamos a merced, porque realmente la correlación de fuerzas económicas, financieras, militares y todas las demás estaban en contra del gobierno de la Unidad Popular.
Pero ya no había nada que hacer. Además Allende no estaba de acuerdo con aplicar nuestras sugerencias, un cierto grado de violencia y firmeza. Lo quería hacer todo dentro de la democracia —de la democracia burguesa o representativa, como nosotros decimos.
Fuente: Nikolai Lenov, La Inteligencia Soviética en América Latina Durante la Guerra Fría. En Estudios Públicos Nº 73, verano 1999 Páginas 32-63. (Nicolai Llenov es General Soviético. Ex Vice director de la KGB o Comité de Seguridad del Estado de la ex URSS entre 1983 y 1991. Charla realizada en Centro de Estudios Públicos el 22 de septiembre de 1998.
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DOCUMENTO 3:
“¿Peón o actor? Chile en la Guerra Fría (1962-1973)”. Joaquín Fermandois

Chile fue testigo y parte de las tensiones ideológicas del siglo XX. Esto explica, señala
Fermandois, que en la polarización de los años sesenta y comienzos de los setenta, norteamericanos y soviéticos se multiplicaran en sus esfuerzos por promover en Chile políticas que estuvieran acordes con la lectura que hacían de sus propios intereses. Pero los actores chilenos no eran meros peones; estaban convencidos de que en esos términos —“socialismo”, “libertad”, “mundo libre”, “antiimperialismo” — se jugaban sus propios intereses.
Pero en Chile no había una ocupación extranjera ni una guerra civil.
Eran las propias fuerzas políticas chilenas las que constituyeron polos de atracción que emulaban, en lo ideológico, al gran marco de la confrontación global.
Chile es un actor, no un títere de fuerzas externas. No es el imperialismo sea cual sea su color el que conduce nuestros destinos.
De los años cuarenta a los ochenta, el país se encontró en el ojo del huracán de la Guerra Fría. Escasamente se debió a la importancia estratégica de Chile. El cobre ha sido importante, pero en caso de emergencia las potencias occidentales no se iban a poner de rodillas por no comprarlo en Chile. Había otras razones generales, de pugna mundial, que justificaban esta acción norteamericana. Se trataba de la gran confrontación de Estados y de creencias o ideologías que sentó las bases de la Guerra Fría.
Los documentos desclasificados constituyen elocuente prueba del sentimiento de impotencia de los norteamericanos por no poder influir en el desenlace del país austral, a pesar de los recursos y las esperanzas colocados en sus políticas.
EEUU y la URSS en Chile
Además de la espectacularidad del Chile de la Unidad Popular, y del Chile de la “antiutopía” del gobierno militar, se añadió ahora el papel pasivo, pero de cierto protagonismo, que desempeñó en la crisis política norteamericana de los setenta. Esto culmina, en los medios de comunicación de masas, con la referencia a Chile en el debate presidencial televisado de septiembre de 1976 entre el retador Jimmy Carter y el Presidente Gerald Ford. El demócrata le enrostra a Ford la situación de Chile como producto de las políticas de la Casa Blanca.
Que “la CIA desestabilizó a Allende”, como explicación final, pasó a ser un supuesto de la conversación acerca de Chile. El “acoso” norteamericano parecía ser la principal fuente de la crisis que llevó a la caída de Allende. Los militares, en último término, habrían actuado movidos por los hilos manipulados desde Washington.
El embajador pronostica, según sus recuerdos, el triunfo de Allende. Aconseja, entonces, la política que Washington debe seguir ¡que es la que efectivamente siguió la administración Nixon después de los coqueteos con Track I y Track II! Estos —Track I y Track II— fueron los intentos de provocar por medios constitucionales (pero abusivos) una nueva elección en la que Frei se pudiera presentar como candidato (I), y de provocar un golpe militar que “llamara a nuevas elecciones” (II).
El único valor de Chile frente a los norteamericanos era el “valor de demostración”. El valor como modelo a seguir, como alternativa.
Lo que nos confirman los documentos y testimonios de Corry son la frustración norteamericana ante la incapacidad de poder conducir los acontecimientos de un país tan pequeño como Chile.
Con la caída de la URSS se han abierto muchos de los archivos que pueden aportar información valiosa respecto de la política exterior soviética para con los países latinoamericanos y en espacial con Chile. La cantidad de información soviética es menor que la norteamericana porque los archivos norteamericanos se abrieron con mucha anterioridad, pero en ambos casos queda mucho por saber.
Pero los soviéticos tenían escasa influencia en el curso de los acontecimientos en Chile, y es probable que su grado de persuasión sobre los comunistas, en políticas concretas, no fuera alto. El asunto era más bien al revés. Los comunistas criollos desarrollaron un alto grado de fidelidad a Moscú, y la fijación en el modelo soviético y en el marxismo ortodoxo operó como un pesado lastre en el juego político nacional.
Al igual que “los gringos”, los soviéticos no crearon de la nada al comunismo criollo.
Lo apoyaron, claro está. Esto ayuda a comprender el poderoso aparato desarrollado por el partido a lo largo del país, y el sustento humilde, pero decoroso y mínimo, que le permitía mantener a sus militantes. Por cierto, el comunismo también reunía recursos al interior del país, y no había dependencia unilateral de Moscú. Pero los soviéticos debían de cuidar a quienes todavía creían a machamartillo en ellos.
Aparte del hecho de que todavía falta mucho papel que desempolvar, se podría decir que la URSS no seguía la política interventora de los norteamericanos.
Aunque felices de crearles un problema a los norteamericanos, no estaban dispuestos a arriesgar un choque frontal con éstos, ni menos a entrar en la obligación de subsidiar a la economía chilena como lo hacían con la cubana.
El comunismo fue un actor chileno, así como también eran chilenos aquellos que sostenían sus esfuerzos políticos con recursos canalizados a través de la CIA. Sus elecciones fueron básicamente producto de la historia chilena, a la que le era y le es inherente un alto grado de identificación con fuerzas globales.

Fuente: Joaquín Fermandois, ¿Peón o actor? Chile en la Guerra Fría (1962-1973). Estudios Públicos, 72. Primavera 1998. Páginas 151-171
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EXTRACTO: tesis de pregrado Henríquez, Orrego, Ana, Propuesta Didáctica para la enseñanza de la Guerra Fría, PUCV, Viña del Mar, 2005
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1 comentarios:

Julio G dijo...

su trabajo
y vision objetiva de este hecho
me ha ayudado muchisimo!!
muchas gracias

:)